Por supuesto, esto solo es el barniz que cubre las pequeñas malicias del día a día, cada casa tiene sus propios
esqueletos en el armario, sus rencillas con los vecinos que se ocultan en hirientes conversaciones revestidas de amabilidad. Y
obviamente el griterío de los niños en sus juegos.
Pero algo no encaja, los niños se muestran extraños, hacen signos de esotéricos con tiza en el suelo, hablan con amigos imaginarios
de tal forma que parece que estuviesen a su lado o se rascan mecánicamente la cabeza hasta llegar a hacerse sangre.
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